
¡Al día!

Estropajos de cocina con “sabor” a calabaza
En la Cantera de Innovación y Materiales de Galicia, impulsada por la Agencia Gallega de Innovación y que reúne diferentes materiales innovadores y sostenibles creados en el rural gallego, encontramos la luffa cilíndrica que comercializa la empresa pontevedresa Ibérica de Esponjas. Se trata de un proyecto que combina naturaleza y creatividad basado en la elaboración de esponjas vegetales 100% naturales y biodegradables a partir de una calabaza y detrás del que encontramos a dos emprendedores: Juan Carlos Mascato e Itziar Endeiza.
El agua termal es clave en este proyecto, de ahí su ubicación estratégica, el municipio de Caldas de Reis, rica en aguas mineromedicinales. Es en este enclave donde el técnico superior de Montes e hijo de emigrantes gallegos Juan Carlos Mascato decide emprender su negocio, después de haber descubierto la luffa en Sudamérica y tras haber mejorado la fibra a nivel genético para adaptarla al uso cotidiano de nuestros hogares y evitar así que la gente consuma plástico encima de su piel.
Hoy, Ibérica de Esponjas es la empresa más grande del mundo en cultivo, manipulación y transformación de las esponjas vegetales luffa. Juan Carlos Mascato, administrador y director técnico de la firma, explica que sus cultivos se extienden por diferentes países, no solo en Galicia, como Egipto, Gambia o Portugal. La producción cruza el Atlántico con el cultivo de sus calabazas en Colombia y EEUU. Solo en Caldas de Reis tiene una producción de 40.000 metros cuadrados de calabaza.
El 95% de su producción se comercializa en el mercado exterior, principalmente en Europa y también en lugares como Taiwán, Nueva Zelanda o Canadá. Además, la climatología y las propiedades de la planta, capaz de adaptarse a cualquier entorno, los ha llevado a poner en marcha un proyecto de desarrollo rural en Colombia.
Proceso de obtención de los productos
El cultivo de la calabaza se lleva a cabo en los terrenos de Caldas de Reis y en los diferentes puntos del mundo en los que tienen producción de luffa. Cuando el fruto está maduro retiran la cáscara de la calabaza para conocer el estado de la fibra de su interior. Este es el material con el que elaborarán las esponjas y otros productos de fibra vegetal para uso cosmético. Una vez recogida la cosecha, el vegetal se deja en agua fría para quitarle la corteza y separar la esponja vegetal.
Tras este proceso, se bate la esponja para que caigan las pepitas y la concubitacina, una propiedad del pepino que hidrata y repara la piel. Tras el proceso de batido, se introducen de nuevo en agua, pero esta vez es agua termal, lo que mejora sus propiedades. La última fase, después de este baño y antes del procesado, es el secado de las piezas.
El acabado final es la parte más laboriosa, ya que supone un proceso artesanal en el que abren cada esponja a mano de la que se obtienen los diferentes productos que comercializan, entre los que se encuentran manoplas de ducha, esponjas, bolsas para pastillas de jabón y, el producto estrella, el estropajo de cocina.
Para conseguir estas calabazas han tenido que modificar la base genética de la planta mediante el cruce de diferentes variedades para producir una fibra de alta calidad. La original tenía un tamaño máximo de 30 centímetros, mientras que sus nuevos cultivos alcanzan un metro de esponja. “Mejoramos la base de la planta optimizando los resultados”, explica Mascato.
Los responsables de Ibérica de Esponjas son pioneros del movimiento antiplástico en Europa, de ahí que también los envases en los que envuelven sus productos sean de material reciclado. Artesanía, calidad y ecología son la clave del éxito de estas esponjas ideales para limpiar la piel, para uso doméstico y para contribuir al cuidado del planeta.